I. Introducción: Un Viaje Prometedor al Japón Feudal… Con Matices
Yasha: Legends of the Demon Blade entra en escena como un roguelite de acción que quiere llevarnos a un Japón feudal repleto de criaturas demoníacas, leyendas oscuras y mucho filo afilado. Desde el primer momento, lo que más llama la atención es su estilo visual: una dirección artística sacada directamente del ukiyo-e que hace que todo se vea como una pintura tradicional japonesa en movimiento. Es precioso, sin duda, y deja claro que el juego apuesta fuerte por la ambientación y el estilo.
Pero claro, cuando algo se ve tan bien, es inevitable esperar que todo lo demás esté a la misma altura. Y ahí es donde empiezan a notarse las grietas. El combate puede enganchar al principio, pero a medida que avanzas, esa primera impresión se va desinflando un poco. El mundo es bonito, sí, pero no siempre está lleno de cosas interesantes por descubrir o de historias que te atrapen, y eso acaba pesando.
II. El Combate: Rápido, Fluido… Pero Algo Limitado
El sistema de combate es uno de los puntos fuertes de Yasha. Los ataques, esquivas y parrys se sienten ágiles y responden bien. Y cuando logras encadenar un buen combo o clavas un parry justo a tiempo, el juego te recompensa con un espectáculo visual bastante satisfactorio. Las Artes Místicas, por ejemplo, lucen genial… aunque usarlas puede dejarte vendido y eso no siempre se siente justo.
Los tres personajes jugables –Shigure, Sara y Taketora– prometen estilos distintos: espada, dagas, arco… En teoría, hay variedad. En la práctica, muchas armas y efectos se solapan entre ellos, lo que hace que las diferencias se noten menos de lo que deberían. Además, las fases suelen ser tan cortas que no siempre compensa llevar dos armas equipadas, y eso también le quita juego al sistema de personalización.
Otro problema: el nivel de dificultad. En modo normal, la mayoría de los enemigos no suponen un gran reto. Como no necesitas pensar mucho tus estrategias, acabas repitiendo los mismos movimientos una y otra vez, y eso termina por quitarle chispa a un sistema de combate que, con un poco más de presión, podría brillar mucho más.
III. Roguelite a Medio Gas: Poco Cambio, Mucha Repetición
Aquí es donde el juego tropieza de verdad. Los roguelites viven (y sobreviven) gracias a la rejugabilidad y a esa sensación constante de descubrimiento. Pero en Yasha, las runs se sienten demasiado parecidas entre sí. Los enemigos, los niveles, las rutas… todo se repite más de lo que debería. Al final, te da la impresión de estar haciendo lo mismo una y otra vez, y eso, en un roguelite, es un problema serio.
Además, la progresión fuera de las partidas es bastante lenta y poco impactante. Mejoras que apenas cambian tu forma de jugar, habilidades nuevas que no se sienten tan nuevas… y encima, el progreso no se comparte entre personajes (salvo alguna excepción menor), así que cambiar de protagonista significa volver prácticamente a empezar. Una decisión difícil de entender.
IV. Un Mundo Hermoso… Pero Con Poca Alma
Visualmente, Yasha es espectacular. Lo mires por donde lo mires, el juego luce como una obra de arte. Los escenarios, los enemigos, los protagonistas… todo respira estilo. Pero esa belleza externa no se acompaña de una historia a la altura.
Cada personaje tiene su propia trama, pero en general, la narrativa se siente muy floja: predecible, con diálogos sin chispa, y con momentos que no consiguen emocionar ni enganchar. Es una pena, porque con ese mundo tan bien diseñado, había margen para algo mucho más profundo.
El apartado sonoro cumple sin destacar. La música ambienta bien, pero no deja huella. Los efectos de sonido en combate sí están bien logrados, pero la casi total ausencia de voces en escenas clave hace que todo se sienta más plano de lo que debería.
V. Buenas Ideas, Ejecución Irregular
Yasha: Legends of the Demon Blade tiene buenas intenciones. Quiere ser un roguelite con alma japonesa, combates estilizados y un arte que lo diferencie. Y lo consigue… durante un rato. Pero cuando el encanto visual se normaliza, empiezan a pesar los problemas: la repetición, la historia olvidable, la progresión que no engancha.
No es que el juego sea malo, pero tampoco termina de destacar. Las comparaciones con referentes como Hades no le hacen ningún favor, porque ahí se nota lo que falta: profundidad, variedad, emoción. Parece más un juego que necesitaba más tiempo de desarrollo o un enfoque más centrado en la experiencia a largo plazo.
VI. ¿Vale la Pena?
Depende de lo que busques. Si te gustan los juegos de acción con buena estética japonesa y no te importa que la historia o la variedad no sean lo más destacable, puede que Yasha te entretenga unas horas. Pero si eres fan de los roguelites que ofrecen experiencias ricas, cambiantes y duraderas… probablemente te vas a quedar con ganas de más.
En resumen, es un juego bonito que arranca con fuerza, pero que se apaga antes de tiempo. Su filo, por decirlo así, se desafila rápido.